A lo largo de nuestra historia, hemos aprendido que el vino es un testimonio líquido del tiempo y del lugar. Cada botella encierra la crónica de un año, las decisiones tomadas en el viñedo y en la bodega, y el carácter inmutable de la tierra que le dio origen. Pero, ¿cómo se puede leer esa historia? ¿Cómo se puede dialogar con el pasado de un vino?
Existe un ejercicio, una ceremonia casi, que nos permite hacer precisamente eso: la cata vertical. Es una de las herramientas más profundas y reveladoras a nuestra disposición, no solo para los enólogos, sino para cualquier persona apasionada por entender la verdadera dimensión de un vino. Es, en esencia, el arte de catar el tiempo.
