El terroir de Altamira posee un perfil muy pobre y de gran drenaje, lo que permite plantaciones con muy alta densidad y se traduce en vinos de grano medio con notas a violetas, frutos negros y gran longitud. Su suelo está formado por un estrato franco arenoso con incrustaciones de carbonato de calcio, presencia de limo y piedras coluviales hasta los 1,30 m, y caliza en las capas inferiores.