Llega el Día de la Madre y empieza la misma pregunta de siempre: ¿qué le regalamos a la persona que nos dio todo? Pensamos en flores, en perfumes, en libros. Buscamos un objeto que intente resumir un amor infinito.
Pero, ¿y si este año le regalamos algo que no se puede envolver? ¿Y si lo más valioso que podés ofrecerle es tu tiempo, tu atención y una buena charla?
A menudo, la vorágine del día a día nos roba esos momentos de calma. Las conversaciones importantes se postergan, las anécdotas se guardan para "cuando haya tiempo" y ese tiempo parece no llegar nunca. Por eso, nuestra propuesta para este Día de la Madre es simple: regalale una pausa. Regalale una conversación. Una botella de vino no es el regalo en sí; es la excusa perfecta para que ese encuentro suceda.
El vino como puente para conectar
El acto de descorchar un vino tiene algo de ritual. Invita a bajar las revoluciones, a sentarse cara a cara y a dejar los celulares de lado. Es una experiencia compartida que, copa a copa, ayuda a que las palabras fluyan con más facilidad, transformando un día cualquiera en un recuerdo memorable. Es el puente perfecto para pasar de un "¿cómo estás?" a un "¿cómo te sentís de verdad?".

Decime qué querés conversar y te diré qué vino descorchar
Cada charla tiene su propio ritmo y cada vino también. Pensá en qué tipo de momento querés crear con ella y elegí la botella que les haga compañía:
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Para las risas y anécdotas del pasado: Un Crios Torrontés. Su frescura y sus notas vibrantes son ideales para recordar historias divertidas, momentos de la infancia y esas anécdotas familiares que siempre terminan en una carcajada. Es el vino de la alegría descomplicada.
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Para una puesta al día moderna y elegante: Un Susana Balbo Signature Rosé. Es el compañero perfecto para una charla sobre sueños, proyectos a futuro y la vida hoy. Su sofisticación invita a una conversación cómplice y actual, de igual a igual.
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Para esa charla profunda y necesaria: Un Susana Balbo Signature Malbec. Hay conversaciones que requieren una pausa más larga y un vino con cuerpo y alma. Para hablar de la vida, de los aprendizajes, para dar las gracias o pedir un consejo, la estructura y complejidad de este Malbec crean el clima de intimidad perfecto.
La invitación está hecha. Este año, elegí la botella que dé inicio a esa conversación pendiente. Andá a su casa, serví dos copas y regalale lo único que no se puede comprar: un momento con vos. Porque las flores se marchitan y los bombones se acaban, pero el recuerdo de una buena charla dura para siempre.